martes, 22 de agosto de 2017

Colecho


Cuando me quedé embarazada empecé a devorar casi cualquier texto relacionado con la crianza. Descubrí el colecho, para quien no esté familiarizado con  el término  le explico un poco: el colecho es una práctica en la que bebés o niños pequeños duermen con los papás en la misma cama, en camas continuas o, cama y cuna unidas.
No me gustó la idea la verdad, pero tampoco fui crítica.  Soy de las que piensan que cada uno sabe lo que tiene que hacer en su casa y no me gusta juzgar comportamientos que no hacen ningún daño a nadie y sinceramente, aunque la idea de que mi bebé durmiera en mi cama no me gustaba, no le encontraba nada malo. 

Lo primero que debéis saber es que mi Chiquitita es un ángel desde que llegó. Tiene ya más de 2 años y sus malas noches han sido muy muy pocas. Pero no deja de ser un bebé, así que dormir 8 horas del tirón parecía una misión imposible.

Al principio tenía una preciosa minucuna junto a nuestra cama y si se despertaba en mitad de la noche no tenía más que alargar el brazo y tocarla. Siempre que no tuviera hambre,  ese contacto bastaba para calmarla.
Pero creció y las paredes de su minicuna no, así que hubo que cambiar. Su cuna está  en su cuarto y es de esas enormes que no se pueden mover. Esas primeras noches marcaron los pasos de lo que iba a suceder a continuación en nuestra vida.
Se dormía perfectamente como siempre, la poníamos en su habitación en la cuna y perfecto, pero si se despertaba el llanto era inconsolable. Después de conseguir que se calmarse y durmiera de nuevo era del todo imposible devolverla a la cuna. ¿Qué haces en ese momento? Pues yo un sábado me quedé con ella toda la noche,  de la cuna a mis brazos una y otra vez en bucle, el domingo la cosa pintaba igual con la diferencia de que el lunes había que ir a trabajar sí o sí, de modo que cuando se despertó a las 3 de la madrugada, la cogí y la tumbé en nuestra cama. Ya no se despertaba más en toda la noche, bueno a no ser que tuviera hambre, que de vez en cuando es una glotona 😊
Y así fue como el colecho se introdujo en nuestro día a día, cuna - despertar - cama de papá y mamá. Hasta que un día decide que pasa de la cuna y nos dice que quiere dormir en su cama grande (nuestra cama grande) y ahí piensas "¿me pego con ella y tenemos fiesta o lo dejo estar y dormimos los tres?" Y así pasamos a compartir la cama con la Chiquitita y a llegar descansados y sin ojeras a trabajar.

Y llegan los comentarios de familiares y amigos, sí, esos bonitos consejos que ni pides ni quieres y te critican hasta el infinito.  Unos por no seguir esa corriente desde el principio y otros, la gran mayoría, por hacerlo ahora. 
"Estás dejando que mande ella. No la vas a sacar de tu cama hasta los 12 años. Tiene que dormir sola en su habitación. Tiene que saber que mandas tú." Y un largo etcétera. Y efectivamente,  tienen toda la razón, mando yo. Y por eso, como es mi hija hago lo que me da la gana. Lo que creo que es mejor para ella y para nosotros. Porque si nosotros estamos bien, ella estará bien. Porque si mi bebé (porque es una bebé, no un dictador disfrazado) duerme más tranquila sabiendo que puede tocar a mamá o papá en cualquier momento, ¿por qué le voy a impedir que lo haga? Si nuestra respiración le tranquiliza y desde su habitación no nos oye, ¿qué hago? ¿le grabo un CD?  No será más lógico darle lo que necesita??? Vamos, digo yo.

Siempre intentamos hacer lo mejor para ella y dejar que sea la niña la que marque sus tiempos. Gateó,  caminó, comió de todo cuando llegó su momento y dejará nuestra cama cuando esté preparada, del mismo modo que nos ha pedido que le quitemos el pañal y ahí va, con sus dos años y dos meses como una campeona.  😍

Ahora está en su cuna, dice que quiere dormir allí,  no se lo que aguantará, pero hoy soy yo la que no puede dormir sin sentirla a mi lado. 

¡Qué rápido crece!